El EGO en la cultura emprendedora. El desafío de postergar la gratificación

El EGO en la cultura emprendedora. El desafío de postergar la gratificación

Una de las grandes batallas mentales que tenemos a diario es cómo gestionar el ego sin dejar de crecer y sin perder la ambición profesional. La validación externa de nuestras acciones es muy útil, pero a veces se convierte en un fantasma que nos impide crear oportunidades, crecer de manera honesta y abrazando lentamente los logros. La clave es autopromoverse largos períodos de productividad introspectiva y en silencio aplazando la gratificación lo más posible, permaneciendo fuera de la conversación social sin necesitar validación alguna. ¿Recuerdan el test del malvavisco en niños? Dicen que Bertrand Russell dijo que “una de las señales de que nos acercamos a una crisis nerviosa es creer que nuestro trabajo es terriblemente importante.” El tema me atrapa especialmente desde la brillante actuación de Daniel Day-Lewis en El hilo invisible (2018) y esa sensación de que casi todos los problemas son provisionales, excepto que nos esforcemos en hacerlos permanentes. Eso nos trae nuevamente a la antifragilidad.

En mi caso se trata casi de una obsesión, porque colegas a quienes respeto alguna vez me han cuestionado en ese aspecto y la retroalimentación de quienes respetamos es fuente de inspiración permanente para mejorar hacia la excelencia. Hace 7 años escribí un texto de honestidad brutal anti-ego para el cierre de Campus Móvil, mi primera spin-off que se originó del trabajo de investigación en España y EE.UU. A esta declaración la titule Presumiendo de un fracaso empresarial, y fue un intento de mostrar mis debilidades como líder de proyecto y a la vez una forma de visibilizar los errores para no volver a cometerlos. De eso se trata gran parte de la lucha personal contra los egos: pensar en grande, actuar modestamente.

Hace días finalicé la lectura de El ego es el enemigo, de Ryan Holiday, editado en 2017 por Paidós empresa. A pesar de estar en el límite de ser un texto de autoayuda, se trata de un ensayo muy útil para seguir dando esa batalla de la gestión del ego sin perder la ambición profesional. Para este multifacético emprendedor americano, “no podemos recibir retroalimentación si somos capaces de oír lo que viene de otras fuentes, o sencillamente no nos interesa. Cuando suprimimos el ego, nos queda lo que es real. Lo que reemplaza al ego es la humildad, si, pero una humildad sólida y una gran seguridad en nosotros mismos.” Un ego mal gestionado también nos lleva a lo que Holiday llama la resaca de la expectativa: “en la lógica del ego, el esfuerzo no es suficiente. Necesitamos recibir reconocimiento. Necesitamos compensaciones. Somos elogiados, nos pagan y empezamos a asumir que las dos cosas van siempre juntas.”

En otro ejercicio profesional de honestidad brutal, hace un año escribí una reflexión sobre la tensión y aprendizaje que habíamos vivido en un colegio público de Medellín en la realización de SER0. Laboratorio Vivo. Recuerdo que a muchos colegas docentes les parecía extraño socializar un texto dónde se explicaba todo lo que se había hecho mal y además hacerlo en primera persona. Allí señalaba que había fracasado en hacer comprender a muchos docentes que un diseño pedagógico en tiempo real no es improvisación, y que también había fracasado en inspirar a varios adolescentes, incluso cometiendo el error de exponer en público comportamientos carentes de compromiso de varios de ellos. Nuestro ego -más o menos tóxico- es esencial en la visualización de los errores y fracasos, en “no construir escenarios caóticos improbables”. Para Ryan Holiday, “el ego tampoco permite que tengamos un proceso de incubación apropiado. Llegar a ser lo que queremos llegar suele requerir largos períodos de oscuridad, de sentarse a luchar con algún tópico o paradoja. (…) El ego se apresura a llegar al final, piensa que la paciencia es para los perdedores. (…) La fórmula del más, menos e igual en artes marciales. Para llegar a ser grande, cada luchador necesita tener a alguien mejor de quien pueda aprender, a alguien inferior a quien le pueda enseñar y a alguien igual con quien se pueda medir. Se trata de tener una retroalimentación continua y verdadera de lo que cada uno sabe y lo que no sabe, desde todos los ángulos.” Una lección muy útil para que los pedagogos nos apliquemos en el mundo de la educación formal.

 

 

El ego como enemigo también afecta el liderazgo de equipos y a las relaciones personales. Incluso todos tenemos ejemplos extrapolables a nuestra vida privada: el silencio es mejor a veces que las palabras y significa postergar la retroalimentación para esperar los progresos del otro. Ray Holiday señala que “El mayor tesoro del hombre es una lengua cuidadosa. (…) Aquellos que se han sometido al ego entienden que el hecho de que los demás nos traten mal no nos degrada a nosotros. Los degrada a ellos. (…) El ego dice que todo debe hacerse a nuestra manera, incluso las cosas más pequeñas y anodinas. El control se puede convertir en un perfeccionismo paralizante o impulsarnos a pelear millones de batallas sin importancia, solo por el beneficio de mostrar que teníamos razón (…) Esto también agota a la gente que necesitamos que nos ayude, en particular a la gente tranquila que no protesta hasta que la llevamos al punto de quiebre.”

Paradójicamente, la falta de vocación de aprendizaje -producto del ego- es también parte de la cultura emprendedora. Muchos emprendedores en procesos de incubación se muestran altivos en base a una reputación imaginada de lo que van a hacer en su vida, aunque ni siquiera han comenzado. “La capacidad para aprender, para adaptarnos, para ser flexibles, para construir relaciones, todo es opacado por el orgullo.” Mi experiencia profesional me demuestra que se aprende más donde uno se siente incómodo, donde todos los demás saben más que uno. Lo mejor que puedes tener es un mentor exigente, que desnude tus limitaciones. El ego es siempre mejor en el otro. Abandonar el ego propio es procurar esos espacios donde seré cuestionado y me harán sentir incómodo, instar a los demás a que me cuestionen. En espacios de aprendizaje, mejor tener cerca demonios que ángeles.

Por último quisiera destacar del texto de Ryan Holiday lo que llamo el arte del autocontrol: “No más malos tratos para las personas que están por debajo o por encima de usted. hay que dejar de caer en trampas de la primera clase. Hay que dejar de discutir, pavonearse, adoptar una actitud altiva o paternalista y dejar de maravillarnos por nuestra propia capacidad o importancia.”

 

 

 

1 Comment

  1. Me gusta la idea de la honestidad brutal. Como comunidad de aprendizaje me parece clave no solo comprender las etapas hacia el potencial humano, sino lo que nos frena o nos desvía. Y eso que nos desvía yo sugiero trabajarlo en grupo con “honestidad brutal”. Y con un mapa!. El eneagrama de la personalidad es genial para esto, partiendo de reconocer que hay diferentes estilos de “ego”, o puntos de partida. En el libro “27 personajes en busca del ser”, se reunieron personalidades de cada estilo, y cada uno de esos grupos escribió un texto de ayuda y orientación, muy de primera mano, para los que tienen ese mismo estilo. Al final del día, esos “mapas” de la personalidad ayudan a mejorar el carácter. Que si lo pensás, es el gran logro al que aspirar.

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