Argentinos a las cosas, una vez más

Argentinos a las cosas, una vez más

Fin de la gira #Argentina. Han sido tres intensas semanas de trabajo en Buenos Aires, Ushuaia, Salta y Corrientes, en medio de una nueva profunda crisis económica y social. Siempre que regreso a mi país me voy con una visión que quisiera compartir, con la salvedad de las excelencias que busco a mi alrededor. Muchas veces, nuestra medida para analizar el comportamiento ajeno -en especial el de los gestores públicos- es muchísimo más exigente que la unidad de medida que tenemos para evaluar nuestro propio comportamiento. Ese rigor hacia el error del otro, esa demanda de hacer las cosas bien, no aplica para nuestra cotidianidad como ciudadanos y actores en el mercado.

Periodistas que carecen del más básico rigor profesional, juzgan a los gestores públicos como no analizan su propia impericia y escasa ética. Ciudadanos viviendo su propia caverna de Platón televisiva, pretenden saber la solución macroeconómica del país sin tomarse el esfuerzo de profundizar con rigor en su comprensión del mundo. Jóvenes que no se forman adecuadamente ni tienen un nivel de autoexigencia suficiente para construir su vida profesional, reclaman al Estado por sus derechos presentes y futuros. Taxistas y conductores incapaces de respetar las más básicas reglas de tránsito, tienen la precisa solución a todos los males nacionales. Políticos en el gobierno con muy baja capacidad de autocrítica. Políticos opositores que solo especulan en el interés propio del corto plazo, dan lecciones sobre que hacer en una gestión que era su responsabilidad hace escasos 32 meses. Fanáticos del fútbol incapacidades de correr 15′ alrededor de la plaza de su barrio, le exigen a súper atletas profesionales de 22 años que “pongan más huevos”. Educadores que no hacen el esfuerzo por innovar y adaptar sus prácticas docentes a una cultura digital y sociedad del conocimiento que reclaman otras soluciones pedagógicas, exigen que el Gobierno “mejore la educación”. Profesionales de todos los rubros demandan a los gestores públicos que marquen la diferencia, mientras ellos no aportan valor diferencial al mercado ni a la sociedad. Y luego están los excelentes, que suelen ser poco escuchados en la vorágine de las cámaras de eco, donde todos tienen algo para decir -y muchas certezas- y poco para aprender.

Quizás no sea Cristina ni sea Macri. Quizás seamos todos nosotros como sociedad. ¿Y si revertimos el nivel de exigencia, primero de nosotros hacia el mundo? Quizás sea mejor asumir definitivamente nuestro servicio al país, para luego exigirle para beneficio propio. Siempre volvemos a 1939 y a Ortega y Gasset: “déjense de cuestiones previas personales, de suspicacias, de narcisismos. No presumen ustedes el brinco magnífico que daría este país el día que sus hombres se resuelvan de una vez, bravamente, a abrirse el pecho a las cosas, a ocuparse y preocuparse de ellas, directamente y sin más…” Argentinos a las cosas. A nuestras cosas, a las chiquitas y cotidianas. Las que hacemos mal y miramos para otro lado. Las que hacemos más o menos y podríamos hacer mejor. Las que hacemos bien y podríamos agregarle excelencia a través de la constancia. “El talento es algo bastante corriente. No escasea la inteligencia, sino la constancia.”, dicen que dijo la escritora británica Doris Lessing.

Adiós Argentina. Me expulsaste hace 17 años, pero te quiero igual. No puedo librarme de tí. Nos vemos en 2019.
 

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